"La Fe de un hombre es tanto de él mismo como lo es su Razón. Su Libertad radica tanto en que su fe sea libre como en que su voluntad no esté controlada por ningún poder. Todos los sacerdotes y augures de Roma o Grecia no tenían el derecho de exigir a Cicerón o a Sócrates que creyeran en la absurda mitología del vulgo. Todos los imanes del Islam no tienen el derecho de pedir a un infiel que crea que Gabriel dictó el Corán al Profeta. Todos los brahmanes que hayan vivido, si se juntasen en un cónclave como los cardenales, no podrían reclamar para sí el derecho a obligar a un solo humano acreer en la cosmogonía hindú. Ningún hombre ni institución humana puede ser infalible ni estar autorizada a decidir sobre lo que otros hombres creerán ni sobre ningún principio de fe. Excepto para aquellos que son los primeros en recibirlo, cualquier religión y la verdad de todas las escrituras inspiradas dependen del testimonio humano y de evidencias internas para ser juzgadas por la Razón y las sabias analogías de la Fe. Cada hombre debe necesariamente tener el derecho de juzgar la verdad por sí mismo, pues ningún hombre tiene mejor o más alto derecho a juzgar que otro de igual información e inteligencia.".
Fuente: Moral y Dogma del R.:E.:A.:y A.:, de Albert Pike, p. 29.
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