Sé que esto no será bien interpretado por muchos. Bastó que se publicara un anticipo de este libro para que, en 1998, se desatara una falsa polémica.
La Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados Masones se adelantó a proclamar a San Martín como uno de “sus miembros más conspicuos” (Euardo A. Vaccaro, Gran Maestre, en el diario La Nación, de Buenos Aires, 26 de enero de 1998).
Una asociación sanmartiniana me acusó de atribuirle a San Martín “filiación masónica”, como parte de un supuesto intento de “destruir la imagen del Libertador”. En una réplica pública a argumentos que no son los míos, esa asociación resumió los datos que distintos autores han acumulado para probar que San Martín era católico, apostólico y romano:
• “Fue bautizado”.
• “Contrajo nupcias en misa de esponsales y comulgó durante misa”.
madre e insultare la religión por primera vez sufrirá cuatro horas de mordaza por el término de ochos días; y por segunda vez será
atravesada su lengua con un hierro candente y arrojado del cuerpo de Granaderos”.
en las tumbas de los muertos”.
• “Celebró los aniversarios con función de Iglesia”.
de 1816)”.
• “Donó al convento de franciscanos su bastón de general”.
• “Sus tropas usaban el Santo Rosario al cuello y lo rezaban a orden del sargento de semana”.
• “Designó a la Virgen del Carmen como patrona del Ejército de los Andes” (Teniente Coronel (RE) Víctor Rodríguez, presidente, Asociación Cultural Sanmartiniana “Cuna de la Bandera”, en el diario La Capital de Rosario, 22 de abril de 1998).
Con parecidos argumentos fue respondida la afirmación de la Gran Logia: “En el libro del profesor Horacio Juan Cuccorese (San Martín: Catolicismo y Masonería), editado por el Instituto Nacional Sanmartiniano, se demuestra con fuentes solventes que, si San Martín hubiese reportado a esas logias –condenadas por la Santa Sede desde 1738 (“In Eminenti Apostolatus Specula”)– no habría, como lo hizo, contraído matrimonio en la Catedral, en la que recibió la bendición y la comunión, ni dado normas sobre prácticas católicas en el Regimiento de Granaderos y en el Ejército de los Andes, ni entregado el bastón de mando a la Virgen del Carmen, ni declarado en el Estatuto del Protectorado del Perú que la religión del Estado era la católica” (Horacio Walter Bauer, La Nación, 28 de enero de 1998).
En la contra-réplica, la Gran Logia ofreció su propia colección de datos (algunos de ellos faltos de prueba documental) para demostrar que San Martín era masón:
• “El Libertador fue iniciado masón en la Logia Integridad, de Cádiz, afiliándose posteriormente a la Logia Caballeros Racionales
N° 3 de dicha ciudad. Allí recibió el tercer grado de la masonería
simbólica, el 6 de mayo de 1808”.
• “Participó después de la fundación de la Logia Caballeros Racionales N° 7 de Londres, y ya en Buenos Aires, bajo la orientación del doctor Julián B. Álvarez, Venerable Maestro de la Logia Indepenencia, fundó la Logia Lautaro, junto con Alvear, Chilavert, [José Matías] Zapiola, [el barón Edward K. Von] Holmberg y otros”.
• “Después de organizar el Ejército del Norte, marchó a Córdoba,
donde reunió a un grupo de patriotas para iniciarlos en la masonería. El 24 de mayo de 1814–según acta existente– quedó constituída la Logia Lautaro en Córdoba”.
• “San Martín fue designado general en jefe del Ejército de los
Andes el 1° de agosto de 1816 y casi simultáneamente fundó la Logia del Ejército de los Andes, y asumió el cargo de Venerable
Maestro”.
• “En 1821 fundó la Logia Paz y Perfecta Unión, de Lima, que opera inscripta bajo el N° 1 en el Registro de la Gran Logia del Perú”.
• “Ya en el exilio y durante su permanencia en Londres, el prócer
frecuentó las Logias San Andrés N° 52 y San Juan Operativo N° 92, ambas pertenecientes a la jurisdicción de la Gran Logia de Escocia”.
• “Cuando se trasladó a Bruselas, se incorporó a la Logia La Perfecta Amistad, que en su honor mandó a acuñar una medalla de plata cuyo facsímil guardamos”.
• “Al radicarse en Francia, se encontró con Alejandro Aguado, su
hermano en la Logia Integridad de Cádiz. Fueron vecinos, y así es
como figuran las firmas de ambos como participantes de las tenidas masónicas de la Logia Evry” (Vaccaro, La Nación, 3 de febrero de 1998).
La historia vista desde Gran Bretaña
En una comunicación por escrito, la Gran Logia Unida de Inglaterra me aseguró, a través de su Bibliotecario y Curador, que:
La Logia Lautaro no fue una logia masónica sino una sociedad
política secreta. Es posible que haya adoptado algún rito o formas
pseudo-masónicas, pero la masonería regular no tuvo conexión con
la Logia Lautaro y no habría respaldado a esa organización ni sus
actividades (Librarian and Curator, United Grand Lodge of England, comunicación personal, 14 de noviembre de 1980).
Luego de esa enfática negativa, el funcionario masón –claramente interesado en poner tanta distancia como fuera posible entre la masonería británica y la Logia Lautaro– agregó:
Uno de mis predecesores en este cargo, John Heron Lepper, quien fue un lingüista del castellano y una autoridad en asuntos sudamericanos, dejó escrito que, habiendo investigado aquí cada uno de los registros donde podría haber referencias a algún miembro conocido de la Logia Lautaro, no encontró absolutamente ninguna prueba que permitiera conectar a alguno de ellos con la masonería regular inglesa.
Me sorprendió comprobar, poco después, que el funcionario
masón no había citado fielmente a su predecesor. Descubrí, en
efecto, que Lepper había escrito en 1951:
Dónde y cuándo aquellos hombres fueron iniciados en la masonería es un misterio, excepto en el caso de Bolívar, de cuya iniciación en París hay fuertes indicios. Mitos y leyendas han corrido con respecto a los otros famosos líderes latinoamericanos. Yo he investigado sin éxito cada uno de los registros del free hall [sede de la gran logia] donde podría haber referencias a algún miembro conocido de la Logia Lautaro. No obstante, nada es más cierto, en mi opinión, que todos ellos fueron masones, aunque se cuidaron bien de no proclamar conexiones con la masonería. Es posible, y aun probable, que el primer grado de la Logia Lautaro haya sido puramente masónico y los grados subsiguientes enteramente políticos.
(J. Heron Lepper , “Review”, p. 81)
Como se aprecia, las dos versiones difieren. Si en algo coinciden es en la ausencia de toda referencia a San Martín en los registros masónicos de Londres.
El dato importa porque los registros de las dos grandes logias inglesas –unificadas en 1813 para formar la actual Gran Logia
Unida de Inglaterra– están totalmente indexados.
Según la propia Biblioteca de la Gran Logia, si alguien no figura en esos registros es porque nunca fue miembro de la masonería inglesa (J. M. Hamill, Assistant Librarian, United Grand Lodge of England, comunicación personal, 13 de noviembre de 1981).
Está claro, por lo tanto, que San Martín no perteneció a la masonería de Inglaterra.
La orden escocesa
Fue la masonería escocesa, más que la inglesa, la que se vinculó con los revolucionarios hispanoamericanos. Es posible que Duff haya puesto a San Martín en contacto con miembros de la
orden escocesa (Ryrie, Famous Scottish Freemasons).
Eso pudo haber ocurrido en 1811. El Libertador llegó a Gran
Bretaña con “cartas de recomendación” de Duff, y pasó cuatro
meses allí, antes de embarcarse con destino al Río de la Plata.
No es cierto, en cambio, que el Libertador haya “frecuenta-
do” las Logias San Andrés [St. Andrew] N°52 y San Juan Operativo N°92, de la Gran Logia de Escocia, en 1824.
San Martín pasó sólo una semana en Escocia. El lunes 9 de agosto de 1824 tomó un coche en Londres rumbo a Banff, donde se hallaba (y se halla) Duff House: el palacio barroco, estilo romano, que el abuelo de su amigo había mandado a construir ocho décadas antes.
San Martín llegó el viernes 13 y se alojó en la mansión, pero debió esperar a que Lord Fife regresara, el domingo, de un viaje. Los dos amigos apenas pasaron cinco días juntos y, si acaso, tuvieron apenas tiempo para alguna visita a la Logia St Andrew N° 52, en la calle Bridge Street.
El jueves, “el muy ilustre y noble señor don José de San Martín” fue nombrado ciudadano honorario de la ciudad, y el viernes, 20, emprendió el regreso a Londres (Lord Fife a Richard Warton Duff. Duff of Braco Papers, MSS 2727/2/94, Aberdeen University Library, Manuscript and Archives Section).
De cualquier manera, no hay dudas que San Martín tuvo numerosos contactos con masones británicos. Un indicio lo da este libro que tenía en su biblioteca, donada por él mismo a Lima: The Freemason’s Monitor (Versión en francés. Está incluida en el cuaderno que San Martín usó para inventariar, de su puño y letra, los libros donados. Archivo de San Martín, Museo Mitre, caja No. 71.251 Es la colección encuadernada de una publicación masónica).
La Logia de Buenos Aires
Volvamos ahora a 1812. Apenas llegados a Buenos Aires, los pasajeros de la George Canning formaron la Logia Lautaro de esta ciudad. El número 1 era Carlos María de Alvear, secundado por San Martín (Rómulo Avendaño, “La Sociedad Lautaro. Rectificaciones históricas al Señor don José Manuel Estrada”, en Revista de Buenos Aires, 1869, t. XIX, p. 372).
Entre los papeles de Vicente Anastasio Echavarría, “actor de la Revolución y enemigo de los logistas”, se encontró a su muerte “una lista clasificada” de la logia. Valiéndose de esa lista, Mitre se siente en condiciones de afirmar: que, de 55 miembros que formaban parte de [la logia] en aquella época [¿1813?], 4 fueron fundadores, a saber: San Martín, Alvear, [Ramón Eduardo de] Anchoris y Zapiola; que, de ellos, 24 eran del partido personal de Alvear y 13 de San Martín; que 3 formaban parte del Poder Ejecutivo y 26 de la Asamblea Constituyente del año XIII; y por último, que 7 de los logistas de Buenos Aires habían formado parte de las logias Cádiz y Londres, a saber: San Martín, Alvear, Guido, [Prudencio] Murguiondo, [Pablo] Zufriátegui, Malther y Anchoris (Mitre, Historia de San Martín, vol. II, p. 195).
Los nuevos miembros eran admitidos “de acuerdo con el ritual de las logias masónicas”. En los grados superiores se los iniciaba “en los más elevados propósitos de la sociedad”, tras la cual se “escondía la Logia Matriz”, poseedora del “poder supremo”. La Matriz estaba en Londres (Mitre, The Emancipation of South America, p. 47).
Caída de Alvear
La Logia Lautaro fue, como hemos visto en el capítulo 1, protagonista del golpe militar del 8 de octubre de 1812, del cual
participaron Alvear y San Martín.
Luego de eso, la logia asumió el “supergobierno secreto, controlando la totalidad de los nombramientos políticos y militares” (Wright y Nekhom, Diccionario Histórico, p. 437).
Alvear se valió de tales poderes para llegar, a principios de 1815, al cargo de Director Supremo. Muy pronto debería probar su propia medicina. El coronel Ignacio Álvarez Thomas se alzó en abril contra la “administración corrompida” e instó a todas las fuerzas a “negar la obediencia al Gobierno” mientras Alvear siguiera al frente. El coronel Miguel Soler, gobernador intendente de la capital, se plegó al movimiento. Acorralado, Alvear entregó el ejército al coronel Juan José Viamonte y subió a bordo de una fragata inglesa que lo transportaría a su exilio en Río de Janeiro.
Fue un golpe contra Alvear, y sólo contra él. No estaba dirigido a San Martín. Al contrario, éste lo festejó en Mendoza con estas palabras:
La destrucción del tirano Gobierno de la capital exige demostraciones de júbilo e igualmente de agradecimiento al Ser Supremo por haberse dispensado su protección para evadirnos del coloso que se había levantado para oprimir los sagrados derechos de los pueblos (Otero, Historia del Libertador, t. II, pp. 63 y ss.).
¿Qué había pasado? ¿Por qué estos dos “hermanos”, que habían llegado juntos en la George Canning, juramentados a cumplir una empresa en común, terminaban enfrentados?
Conviene revisar los antecedentes de la caída de Alvear. Nos ayudará más tarde, cuando procuremos demostrar que San Martín concibió a Inglaterra sólo como aliada, nunca como señor de nuestros países.
Alarmado Alvear por la restauración borbónica en España (y los rumores que hablaban de un inminente intento de la Corona por recuperar sus colonias de América) sentía, además, el desasosiego de quien tiene más poder formal que real.
El Ejército de los Andes, el Ejército del Norte, los caudillos, tenían más poder que el Directorio Supremo. San Martín, José Rondeau, José Gervasio de Artigas, eran parte de un sistema descentralizado de decisiones que ofendía el orgullo del jefe de gobierno.
Creyendo que “hasta la esclavitud es preferible a la anarquía”,
Alvear escribió dos cartas, una al gobierno de Gran Bretaña y otra a su representante en Río de Janeiro, Lord Strangford. Esas cartas, llevadas por Manuel García a Río, reclamaban el envío de “tropas y un jefe” porque, decía el Director Supremo: “Estas provincias desean pertenecer a la Gran Bretaña, recibir sus leyes y vivir bajo su influjo poderoso” (Otero, Historia del Libertador, t. II, p. 65).
Éste no era el sentimiento general y, unida a otros errores de Alvear, la misión García puso fin al gobierno de Alvear y a su
hegemonía en la Logia Lautaro.
A Chile con O’Higgins
La sociedad fue reorganizada entonces por San Martín, quien un año más tarde la instaló también en Mendoza.
Allí se incorporó Bernardo de O’Higgins (Piccirilli, San Martín, p. 128), el patriota chileno, exiliado en Cuyo tras la derrota de Rancagua (1814).
O’Higgins era hijo del Marqués de Osorno, un irlandés que servía en el ejército colonial español y había sido virrey del Perú.
Educado en España, el joven O’Higgins había sido habitué de las reuniones de hispanoamericanos en Cádiz y luego, en Londres, discípulo de Miranda.
En Chile, donde fuera, junto a Carrera, promotor de la independencia, O’Higgins había fundado una logia similar a la de
Buenos Aires.
En Mendoza se unió al Ejército de los Andes como jefe de la
división chilena.
A principios de 1817, junto a San Martín, derrotó a los realistas en Chacabuco. Tres días después, asumía el gobierno de Chile, al cual le correspondería la tarea de armar la flota que, para culminar el Plan Continental, debía dirigirse a Perú.
Con el fin de contratar barcos y oficiales en Inglaterra, San
Martín y O’Higgins se valieron de José Antonio Alvarez de
Condarco, un masón (Fabián Onzari, San Martín, la Logia Lautaro y la francmasonería (Buenos Aires, 1964), p. 109). Onzari lo llama, erróneamente, Manuel, que, en la capital británica, enganchó a
Cochrane.
(Continua en la próxima entrega)