sábado, 23 de julio de 2016

La revelación de las pirámides

lunes, 18 de julio de 2016

Vienen los Masones!!!...

Vienen los Masones!!!... Hijo, ven a ver, vienen los Masones...

¿Quienes son?

Ellos... los que van caminando de Oriente a Occidente y de Norte a Sur, con los pies bien firmes en el Universo.

¿Por que tiembla la tierra a cada paso que dan?

Porque cada uno carga sobre sus espaldas el peso de un Templo erigido a la Verdad.

¿De donde son?

No tienen fronteras, la tierra es su casa y el cielo es su techo, formando una raza sin color y de todos los colores, pero tienen señales que los hacen diferentes de los demás.

¿Como los reconoces?

Llevan el silencio en la boca y el dedo pronto para señalar lo injusto, lo falso y lo hipócrita. Estar entre ellos es como estar en casa, no necesitas máscaras, basta ser tu mismo.

¿Cuantos tipos de Masones existen?

Dos, los que son Luz y los que todavía son capullos. De estos últimos hay muchos pero de los primeros pocos; de estos primeros podemos esperar todo, ya que sus rostros son lisos, no tienen arrugas ni permiten dobleces, no temen nada porque para ser Luz tuvieron que morir para la vida profana para finalmente poder vivir.

Vienen del seno de la tierra para ver la Luz y ser Luz, la misma que ilumina el camino de sus Hermanos.

Todo comienza y todo termina en su interior, en su alma, dejando el capullo como mariposas. Mudaron y dejaron la piel vieja por una nueva que está llena de Luz.

La mirada de Pitágoras

Pitágoras se levantó. 
Su vista fascinada se fijó en la fachada dórica del templo. El severo edificio parecía transfigurado bajo los castos rayos de Diana. En él creyó ver la imagen ideal del mundo y la solución del problema que buscaba. Porque la base, las columnas, el arquitrabe y el frontón triungular le representaban repentinamente la triple naturaleza del hombre y del Universo, del microcosmos y del macrocosmos coronados por la unidad divina, que en sí misma es una trinidad. El Cosmos, dominado y penetrado por Dios, formaba: La Tétrada sagrada, inmenso y puro símbolo, Fuente de la Natura, modelo de los dioses. Sí; estaba allí, oculta en aquellas líneas geométricas, la clave del Universo, la ciencia de los números, la ley ternaria que rige la constitución de los seres, la del septenario que preside a su evolución. Y en una visión gradiosa, Pitágoras vio los mundos moverse según el ritmo y la armonía de los números sagrados. Vio el equilibrio de la tierra y del cielo, cuyo fiel de balanza representa la libertad humana; los tres mundos: natural, humano y divino, sosteniéndose, determinándose uno a otro y jugando el drama universal por un doble movimiento descendente y ascendente. Adivinó las esferas del mundo invisible, envolviendo lo visible y animándolo sin cesar; él concibió la depuración y liberación del hombre, desde esta tierra, por la triple iniciación. Él vio todo esto: su vida y su obra en una iluminación instantánea y clara, con la certidumbre irrefragable del espíritu que se siente frente a la Verdad.