viernes, 30 de abril de 2010

Los Caballeros del Temple






La Orden de los “Pauperes commilitones Christi Templique Solomonici o de los Pobres Caballeros de Cristo, conocida en el mundo profano como los Caballeros Templarios o la Orden del Temple o en francés Ordre du Temple o Templiers, fue una de las más famosas órdenes militares cristianas, que tuvo gran preponderancia durante poco menos de dos siglos.
Fue fundada en 1118 o 1119 por nueve caballeros franceses liderados por Hugo de Payens tras la Primera Cruzada.
En principio su propósito era proteger las vidas de los cristianos que peregrinaban a Jerusalén tras su conquista.
Fueron reconocidos por el Patriarca Latino de Jerusalén, Gormond de Picquigny, el cual les dio como regla la de los canónigos agustinos del Santo Sepulcro.
La orden de manera oficial fue aprobada pr la Iglesia Católica en 1129, creciéndo rápidamente en tamaño y en poder.
Los Caballeros Templarios empleaban como distintivo un manto blanco con una cruz roja dibujada.
Los miembros de la Orden del Templo se encontraban entre las unidades militares mejor entrenadas que participaron en las cruzadas. Los miembros no combatientes de la orden gestionaron una compleja estructura económica a lo largo del mundo cristiano, creando nuevas técnicas financieras que constituyen una forma primitiva del moderno banco (o no tanto), y edificando una serie de fortificaciones por todo el Mediterráneo y Tierra Santa.
En Europa solamente combatieron en España y Portugal y tuvieron importante participación en la reconquista de la Península Ibérica.
El éxito de los templarios se encuentra estrechamente vinculado a las Cruzadas; la pérdida de Tierra Santa derivó en la desaparición de los apoyos de la Orden. Además, los rumores generados en torno a la secreta ceremonia de iniciación de los templarios creó una gran desconfianza, dicen algunos.
En rigor de verdad Felipe IV de Francia, considerablemente endeudado con la Orden, comenzó a presionar al Papa Clemente V con el objeto de que éste tomara medidas contra sus integrantes.
En 1307, un gran número de templarios fueron arrestados, inducidos a confesar bajo tortura y posteriormente quemados en la hoguera.
En 1312, Clemente V cedió a las presiones de Felipe y disolvió la Orden. La brusca desaparición de su estructura social dio lugar a numerosas especulaciones y leyendas, que han mantenido vivo el nombre de los Caballeros Templarios hasta nuestros días, y que destacamos en este espacio, puesto que encuentra una profunda vinculación con la MAS.·.
Con la desaparición de los Caballeros del Templo nació la Leyenda.

Fuente http://es.wikipedia.org/wiki/Caballeros_Templarios

Inciación de un Hermano Templario (*)

Me gusta pensar que los hijos de la viuda encontramos en los caballeros de cristo, nuestras raices y mucho de nuestro ritual. Y por ello, me he permitido extraer de la obra de Vignati– Peralta, "El enigma de los Templarios", un breve apartado en donde podemos ver como se iniciaba a un H.·.Tem.·.- SANDRO

“El aspirante a templario debía renunciar al mundo. Una vez examinado y después que se le había leído la Regla, se procedía a la recepción: ésta era una solemne ceremonia que exigía la reunión completa del Capítulo durante la noche en la iglesia de la Orden.
El aspirante vistiendo una túnica blanca, sin capa ni espada, aguarda en una habitación próxima a la sala del Capítulo; el maestre le envía dos caballeros –dos miembros de ese consejo de caballeros “de buen juicio” de que ya hemos hablado, y que solían elegirse entre los miembros más ancianos de la Orden– quienes le preguntan al postulante su nombre y los propósitos que le animan, y si es cierto que pretende ingresar en la milicia, a pesar de los grandes trabajos y luchas y la dureza de la vida que le aguarda.
Si contesta afirmativamente, los dos caballeros regresan al Capítulo y dicen:
“Señor hemos hablado con ese hombre que está afuera y le hemos explicado las durezas de la Orden: dice que desea ser siervo y esclavo de la misma.”
“¿Queréis que le hagamos venir, en el nombre de Dios?”
Pregunta el maestre y el Capítulo responde:
“Que venga en el nombre de Dios.”
El neófito es introducido a la sala del Capítulo, donde se arrodilla ante el maestre y dice:
“Señor me presento ante Dios, ante Vos y ante los hermanos y os ruego, en el nombre de Dios y de Nuestra Señora que me admitáis en vuestra compañía y a los beneficios de la Orden para de ser desde ahora en adelante su siervo y esclavo”
“Hermano –responde el maestre– mucho es lo que pedís, puesto que, de la Orden, lo que véis es solamente la corteza, y la corteza es que vos véis que tenemos hermosos caballos y arneses y vestiduras, y que comemos y bebemos bien, y que pensais que viviréis aquí comodamente; pero no conocéis las duras exigencias que están debajo. Será muy duro que vos, que sois señor de vos mismo, os hagáis esclavo de otro, pues casi nunca haréis aquí lo deseáis: cuando queráis estar del lado de aquí del mar, seréis enviado a la parte opuesta; cuando queráis estan en Acre, se os enviará a las tierras de Tripolí, o de Antioquía o de Armenia, o a cualquier de las muchas tierras donde tenemos casas o posesiones. Y cuando queráis dormir, se os hará velar; y si alguna vez queréis velar, se os ordenará ir a reposar a vuestro lecho… Pensad, hermano, si podréis sufrir todas esas durezas.”
“Sí, las sufriré todas, si Dios quiere…”.
“Hermano, no debéis buscar la compañía de la Orden por el deseo de riquezas ni de señorío, ni movido por el deseo de honores ni del bienestar del cuerpo, sino por tres cosas: una para eludir y dejar de lado los pecados de este mundo; otra para servir a Nuestro Señor y la tercera, para ser pobre y hacer penitencia en este siglo por la salvación del alma.
Y sólo en esa intensión debéis pedirla.
-¿Queréis ser durante todos los días de vuestra vida, desde ahora en adelante, siervo y esclavo de la Orden?
-¿Queréis renunciar a vuestra voluntad por todo el resto de los días de vuestra vida para hacer lo que vuestro comandante ordene?”
“Si, señor, si Dios quiere…”

En este punto, el maestre ordena salir al neófito y, dirigiéndose al Capítulo, prosigue:
“Si alguno de vosotros supiera de alguna razón por la cual este hombre no tuviera derecho a ser un hermano, que la declare, porque mejor será decirla ahora y no cuando él esté en nuestra presencia…¿Queréis que lo hagamos venir en nombre de Dios?”

“Que venga en el nombre de Dios” -Dice el Capítulo-.
“Señor –dice el iniciado, retornando y arrodillándose de nuevo– me presento ante Dios, ante Vos y ante los hermanos y os ruego, en el nombre de Dios y de Nuestra Señora que me admitáis en vuestra compañía y a los beneficios de la Orden; espiritual y temporalmente, para ser su siervo y esclavo desde ahora en adelante.”
Después el superior le dirigía las siguientes interrogaciones:
“¿Sois caballero?
¿Estáis sano de cuerpo?
¿Habéis contraído esponsales?
¿Sois casado?
¿Habéis pertenecido ya a otra Orden?
¿Tenéis acaso deudas que no podéis satisfacer por vos mismo o por vuestros amigos?”

Si la contestación era satisfactoria, el neófito hacía sus votos en la siguiente forma:

“Hermanos, escuchad bien lo que os diremos: ¿Prometéis a Dios y a Nuestra Señora que desde ahora en adelante y durante todos los días de vuestra vida obedeceréis al maestre del temple y a los comandantes que sean vuestros superiores? ¿Prometéis a Dios y a la Señora Santa María que desde ahora en adelante y durante todos los días de vuestra vida viviréis castamente? ¿Qué viviréis sin nada propio? ¿Qué respetaréis los buenos usos y costumbres de nuestra casa? ¿Qué ayudaréis a conquistar, según la fuerza y el poder que Dios os haya dado, la Tierra Santa de Jerusalén? ¿Qué no dejaréis jamás está Orden ni por fuerte, ni por débil, ni por peor, ni por mejor?”

Y una vez pronunciados los votos con la afimación ritual “Si, Señor, Si Dios lo quiere” el nuevo Templario era admitido con la promesa “del pan y el agua y la pobre vestidura de la casa y, bastantes penurias y trabajos.”

Inmediatamente se le investía con el manto de la Orden, la Cruz y la espada, y el maestre le abrazaba, dándole el ósculo de fraternidad, como también el capellán. La oración del capellán, y el himno de recepción de las órdenes religiosas –el salmo 133: “mirad cuan bueno y cuan delicioso es habitar los hermanos igualmente en uno”– concluían la ceremonia de recepción ante el Capítulo.”.

(*) VIGNATI – PERALTA, El enigma de los Templarios. Ediciones Nacionales Circulo de Lectores Edinal Ltda. Bogota 1979, p.47-51.

miércoles, 21 de abril de 2010

Encierro y alquimia - Relato

El encierro azotó al profano en el silencio de la Cámara de Reflexiones, mientras esperaba simbólicamente su propia muerte.
Sobre la mesa que le servía de último sustento a su infinita profanidad, temeroso, no se atrevió a apoyar sus propios brazos entre la sal y el azufre. Esa noche él no sería el mercurio.
Redactó su testamento en el triangular, mientras el eco de la puerta de la cámara al cerrarse resonaba aún en su cabeza.
Y su universo finalmente se cerró como un frasco, hermético, tétrico y oscuro. Ahora solamente los dominios de la ALQUIMIA.
El profano entre las tinieblas era pesado y oscuro como el plomo y algún maestro había visto que de este plomo podría surgir el oro brillante, pero esto, solamente con esfuerzo y con ayuda del tiempo.
Y el iniciado sin saberlo aún, comenzó a conocerse así mismo, cuando sus ojos se posaron sobre una palabra de siete letras pintada en la pared: V.I.T.R.I.O.L. (1).
Y primero notó el agua, que lo llamó a futuras moderaciones, al control de los instintos animales, las pasiones desmedidas y a la vanidad.
Luego vio el pan, alimento material del cuerpo, sospechas de preceptos superiores que alimentarían más tarde su alma
Y por último el azufre, la sal y el carbón o ceniza, que vinieron a representar elementos de la tierra y significaban el sentido de la purificación interior, camino a la iniciación, renaciendo a la virtud.
Entendió que él era como granos de trigo, semilla que nace en la oscuridad de la tierra y se abre ante la luz del sol. Los mismos que también vio en esa cámara.
Y finalmente ese profano vio la luz emergiendo del vientre de la tierra y entonces un nuevo obrero se transmutó en flamante eslabón de una cadena de unión que es infinita como el tiempo mismo. Ese profano era yo.

SANDRO
(1) V.I.T.R.I.O.L. ACRÓSTICO DERIVADO de la Frase ”Visita Interiora Terras Rectificatur Invenies Ocultum Lapidum” (Visita el interior de nuestra tierra, que rectificando encontrarás la piedra oculta).
(2) la foto se extrajo del sitio:
http://www.mrglnp.org/Convencion/Principal/Alquimia.htm



jueves, 8 de abril de 2010

Cosmos e Inmortalidad - José Schlosser

4ª PARTE: “EL RITUAL”

La enseñanza simbólica implica la necesidad de que el masón se entregue sin resistencias a la corriente del ritual que se desarrolla en cada tenida. Ello comienza con un acto de voluntad por el cual se deja llevar por esa fuerza nueva y desconocida. Luego se va produciendo una inmersión cada vez más profunda en el significado oculto de las verdades que se vienen transmitiendo a través de los siglos. Y así se va llegando a la identificación del Hermano con la multitud de iluminados que, generación tras generación, recorrieron ese mismo cauce turbulento, tratando de desentrañar el enigma del Cosmos y el milagro del espíritu humano, símbolos ambos de la Fuerza Superior en la que cada uno puso su Fe.
Por eso es tan difícil e implica tanta responsabilidad la labor del Maestro. Porque él debe señalarle el camino al Aprendiz, y marcar el punto a partir del cual debe avanzar. Debe enseñarle también que debe recorrer esa ruta infinita de sabiduría por sí mismo. Nada puede sustituir el arduo trabajo del Aprendiz. Ni siquiera el corazón cariñoso y la mente atenta del Vigilante que acompaña el progreso, solventa las dudas, diluye el natural escepticismo y encauza la rebeldía que asalta al obrero ante lo desconocido.
No existen alternativas: cada Hermano debe desbastar, debe labrar por sí mismo la piedra bruta de su personalidad profana y darle la forma pulida y acabada que le permita integrarse al edificio de su propia perfección. Cada uno de los Hermanos que lo acompañan en el T.·., está dispuesto a apoyar los esfuerzos del nuevo eslabón que se integra a la C.·.. Pero no se debe olvidar que comprensión se conjuga con apertura, que esta hermandad no se recibe con la sangre sino que hay que conquistarla, que la simpatía se paga con tolerancia, que el aprendizaje se riega con modestia, que la integración se impone con la convivencia, y que la fuerza y la unión son los factores de la armonía.
Esa armonía es como el trabajo del cantero. Se hace con amor y cuidado, tal como se talla el mármol más fino, ajustando pacientemente cada borde hasta que una superficie se deslice como seda sobre la otra. El mármol abunda y siempre se puede desechar un pedazo. Lo que no se puede malgastar es la paciencia, la habilidad y la buena voluntad que posibilita esa armonía. Conocerse a sí mismo es la primera capa a pulir. Para llegar a interpretar la esencia de su espíritu, deberá despojarse no solamente de los mm.·., sino también de sus prejuicios, atravesar la maraña de su patrimonio espiritual y cultural.
Y esta es una tarea que no tiene fin: cuando crea haber atrapado la verdad se dará cuenta que solo ha encontrado nuevos interrogantes. Pero lo que ha logrado es elevarse, pues en cada etapa de su búsqueda, el plano de la esquiva verdad estará más cercano a la cumbre de la sabiduría. Solamente acercarse pues la sabiduría absoluta es inalcanzable para el hombre que a pesar de todos sus esfuerzos no puede convertirse en Dios.
La esc.·. de J.·., simboliza precisamente el deseo de todo masón de elevarse en los planos intelectuales, morales y espirituales. Esa elevación comienza con el conocimiento de la verdad sobre el mundo que rodea al hombre. Un mundo que es como la piedra sobre la que J.·. apoyó su cabeza. Un mundo que al igual que esa piedra puede convertirse en altar y servir de apoyo a la esc.·. ascendente. Un mundo compuesto por elementos materiales y por fuerzas indomables.
Karl Poper define la verdad desde un punto de vista científico: "La verdad, - dice, - no se descubre, se inventa. Ella es por lo tanto, siempre verdad provisional, que dura mientras no es refutada. La verdad está en la mente humana, en la imaginación y la razón, no escondida como un tesoro en las profundidades de la materia o en el abismo estelar". Pero si nos dedicamos a buscar la Verdad desde un punto de vista filosófico, la verdad se convierte en un ente eterno, único, global y todopoderoso que, - por el contrario, - el hombre no inventa sino que gracias a su mente, su imaginación y su razón va precisamente descubriendo poco a poco, trozo a trozo.
Cualquiera sea el sentido metafísico que se le otorgue a esta búsqueda de la verdad, a este desbastar de la piedra bruta, debe coincidirse en que el simbolismo masónico es sólo un magnífico portal que nos permite entrar en un mundo nuevo y maravilloso de infinitas posibilidades. Que el ritual es un armonioso incentivo para dedicarse al estudio de la ciencia y la filosofía. Símbolos y rituales son meramente un medio para ayudar a alcanzar el objetivo de la Gran Obra: Permitirle al hombre saber cómo es, dónde está, y hacia donde va.

(Extraído de la página http://www.mastermason.com/fmisrael/ci4.html) - SANDRO .·.