jueves, 8 de abril de 2010

Cosmos e Inmortalidad - José Schlosser

4ª PARTE: “EL RITUAL”

La enseñanza simbólica implica la necesidad de que el masón se entregue sin resistencias a la corriente del ritual que se desarrolla en cada tenida. Ello comienza con un acto de voluntad por el cual se deja llevar por esa fuerza nueva y desconocida. Luego se va produciendo una inmersión cada vez más profunda en el significado oculto de las verdades que se vienen transmitiendo a través de los siglos. Y así se va llegando a la identificación del Hermano con la multitud de iluminados que, generación tras generación, recorrieron ese mismo cauce turbulento, tratando de desentrañar el enigma del Cosmos y el milagro del espíritu humano, símbolos ambos de la Fuerza Superior en la que cada uno puso su Fe.
Por eso es tan difícil e implica tanta responsabilidad la labor del Maestro. Porque él debe señalarle el camino al Aprendiz, y marcar el punto a partir del cual debe avanzar. Debe enseñarle también que debe recorrer esa ruta infinita de sabiduría por sí mismo. Nada puede sustituir el arduo trabajo del Aprendiz. Ni siquiera el corazón cariñoso y la mente atenta del Vigilante que acompaña el progreso, solventa las dudas, diluye el natural escepticismo y encauza la rebeldía que asalta al obrero ante lo desconocido.
No existen alternativas: cada Hermano debe desbastar, debe labrar por sí mismo la piedra bruta de su personalidad profana y darle la forma pulida y acabada que le permita integrarse al edificio de su propia perfección. Cada uno de los Hermanos que lo acompañan en el T.·., está dispuesto a apoyar los esfuerzos del nuevo eslabón que se integra a la C.·.. Pero no se debe olvidar que comprensión se conjuga con apertura, que esta hermandad no se recibe con la sangre sino que hay que conquistarla, que la simpatía se paga con tolerancia, que el aprendizaje se riega con modestia, que la integración se impone con la convivencia, y que la fuerza y la unión son los factores de la armonía.
Esa armonía es como el trabajo del cantero. Se hace con amor y cuidado, tal como se talla el mármol más fino, ajustando pacientemente cada borde hasta que una superficie se deslice como seda sobre la otra. El mármol abunda y siempre se puede desechar un pedazo. Lo que no se puede malgastar es la paciencia, la habilidad y la buena voluntad que posibilita esa armonía. Conocerse a sí mismo es la primera capa a pulir. Para llegar a interpretar la esencia de su espíritu, deberá despojarse no solamente de los mm.·., sino también de sus prejuicios, atravesar la maraña de su patrimonio espiritual y cultural.
Y esta es una tarea que no tiene fin: cuando crea haber atrapado la verdad se dará cuenta que solo ha encontrado nuevos interrogantes. Pero lo que ha logrado es elevarse, pues en cada etapa de su búsqueda, el plano de la esquiva verdad estará más cercano a la cumbre de la sabiduría. Solamente acercarse pues la sabiduría absoluta es inalcanzable para el hombre que a pesar de todos sus esfuerzos no puede convertirse en Dios.
La esc.·. de J.·., simboliza precisamente el deseo de todo masón de elevarse en los planos intelectuales, morales y espirituales. Esa elevación comienza con el conocimiento de la verdad sobre el mundo que rodea al hombre. Un mundo que es como la piedra sobre la que J.·. apoyó su cabeza. Un mundo que al igual que esa piedra puede convertirse en altar y servir de apoyo a la esc.·. ascendente. Un mundo compuesto por elementos materiales y por fuerzas indomables.
Karl Poper define la verdad desde un punto de vista científico: "La verdad, - dice, - no se descubre, se inventa. Ella es por lo tanto, siempre verdad provisional, que dura mientras no es refutada. La verdad está en la mente humana, en la imaginación y la razón, no escondida como un tesoro en las profundidades de la materia o en el abismo estelar". Pero si nos dedicamos a buscar la Verdad desde un punto de vista filosófico, la verdad se convierte en un ente eterno, único, global y todopoderoso que, - por el contrario, - el hombre no inventa sino que gracias a su mente, su imaginación y su razón va precisamente descubriendo poco a poco, trozo a trozo.
Cualquiera sea el sentido metafísico que se le otorgue a esta búsqueda de la verdad, a este desbastar de la piedra bruta, debe coincidirse en que el simbolismo masónico es sólo un magnífico portal que nos permite entrar en un mundo nuevo y maravilloso de infinitas posibilidades. Que el ritual es un armonioso incentivo para dedicarse al estudio de la ciencia y la filosofía. Símbolos y rituales son meramente un medio para ayudar a alcanzar el objetivo de la Gran Obra: Permitirle al hombre saber cómo es, dónde está, y hacia donde va.

(Extraído de la página http://www.mastermason.com/fmisrael/ci4.html) - SANDRO .·.

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