A L.: G.: D.: G.: A.: D.: U.:
Or.: de Bs. As. 1° de julio de 2015 (e.: v.:)
V.:
M.: y QQ.: HH.: (todos)
EL PRIMER TRABAJO DE HERACLES
Matar
al león de Nemea[1] y
despojarlo de su piel, fue el primero de los doce trabajos de Heracles[2] (el Hércules Romano).
Una
vez muerto el animal, merced al arduo trabajo y a la astucia, otra forma de
hablar de inteligencia y sabiduría[3], vino la dificultosa tarea
de desollar al león.
Sobre
este punto digamos que la segunda de las labores, había justificado con creces
lo dificultoso de la primera, puesto que vale recordar que este león tenía una
piel extremadamente gruesa e impenetrable, lo cual agigantaba su ferocidad, por
la propia dificultad de darle muerte.
La
cuestión es que acontecido el deceso del león, el desconcierto vino a ganarle
al Héroe, ante esta imposibilidad de cumplir con su primera tarea, habiéndolo
matado no podía desollar al animal.
No
viene mal meditar cuantas veces en la vida, notamos que determinados objetivos
o fines parecen no cumplirse acabadamente como esperábamos y cuantas veces
incluso somos presa fácil del desconcierte y el desaliento próximos a cumplir
nuestras metas. Esto sin dudas se nos presenta como un lugar común en la
naturaleza del propio hombre.
Pero
de vuelta con nuestra historia, cual recurso literario, digamos que la
providencia, encarnada en Palas Atenea[4] vino a arrojarle una soga
al Héroe, informándole concretamente que la respuesta a sus preguntas, la llave
que habría el enigma que lo azotaba, estaba justamente en frente de sus propios
ojos, puesto que las mejores herramientas para cortar la piel del León no
podían ser otras que las propias garras del león.
Dicho
en otros términos, esta historia nos adelanta una metáfora sencilla, una figura
retórica de pensamiento que puede ser disparador de muy variadas
interpretaciones, incluso masónicas.
Pero
esta historia no termina acá, merced a dicha intervención providencial,
concluido el primero de los trabajos de Hércules, éste se arropó con dicha piel
como una protección, a modo de armadura, llegando a usar la cabeza de la bestia
como yelmo o casco diríamos hoy.
En
algunas interpretaciones que más se emparentan con nuestra orden, este efectivo
y raro ropaje, vino a ser entendido como el símbolo de que el Héroe había dominado
las pasiones humanas y la fuerza de los instintos infrahumanos, encarnados en
las tres Erinias o Furias clásicas[5] que moran en el interior
de cada uno de nosotros y representando a los demonios del deseo, de la mente desatada
y de la mala voluntad.
Desde
lo personal, me gusta esta idea de hablar de demonios que moran en las
tinieblas infernales del propio ser, recordemos también que el papel que más
les ha sentado a las furias es la de torturadoras de los muertos en los
infiernos, aunque originariamente las Erinias o Furias eran más bien deidades
primitivas que por un lado no reconocían la autoridad de los dioses Olímpicos y
por el otro, eran las encargadas del castigo, particularmente aquél que
importaba sesgar una vida y contra aquellos actos que atentaran contra la
familia.
Para
terminar, el primero de los trabajos de Heracles, insumió inteligencia y
sabiduría.
Descartes
decía que sabiduría es “Juzgar correctamente para obrar correctamente”.
QQ.:HH.:
que este camino iniciático nos encuentre juzgando con corrección para obrar en
dicha tónica a lo largo de nuestra carrera masónica.
Es
cuanto V.:M.:
SANDRO M.:M.:
[1]
El león de Nemea era un despiadado monstruo que suele ser considerado como hijo
de Ortos y Quimera, aunque también se ha dicho que habría caído desde la luna,
como hijo de Zeus y Selene
[2]
Ἡρακλῆς, Hēraklḗs, tomado del nombre de la diosa Hēra, y kleos: ‘gloria’
es decir ‘gloria de Hera’ era un héroe de la mitología griega, hijo de Zeus y Alcmena,
una reina mortal, hijo adoptivo de Anfitrión y bisnieto de Perseo por la línea
materna. Al nacer le fue dado el nombre de Alceo o Alcides, en honor a su
abuelo Alceo (Ἀλκαῖος, Alkaios); si
bien esta misma palabra evoca la idea de fortaleza (griego άλκή). En la adultez
recibiría el nombre con que se lo conoce, impuesto por Apolo, a través de la Pitia,
para indicar su condición de servidor de la diosa Hera. En Roma, así como en Europa
Occidental, es más conocido como Hércules.
Hércules era hijo del mismo Zeus quien había engañado a Alcmena (madre de
Hércules) tomando la figura de éste. Así pues Hércules había heredado la fuerza
prodigiosa de su padre, Zeus. Cuando Hércules era bebé y dormía en su cuna,
Hera (la celosa esposa de Zeus) le puso dos serpientes para que le mataran pero
Hércules las estranguló con sus propias manos. Cuando Hércules creció y Hera
vertió en su copa un veneno que lo enloqueció y, tan loco se volvió, que mató a
su mujer y sus propios hijos confundiéndolos con enemigos. Zeus obligó a Hera
que devolviera la razón a Hércules pero Hércules fue castigado por matar a su
familia (aunque la verdadera culpa fue de Hera) a servir de esclavo durante 12
duros años a su primo Euristeo, rey de Micenas. Éste que quería quitárselo de
encima le mando los “doce trabajos”.
[3]
La morada del León tenía dos entradas: Heracles taponó una de las entradas y
acorralándolo por la otra lo atrapó y estranguló metiéndole un brazo por la
garganta hasta asfixiarle. Heracles empleó horas intentando desollar al león
sin éxito. Por fin Atenea, disfrazada de vieja bruja, le advirtio que las
mejores herramientas para cortar la piel eran las propias garras del león. De
esta forma, consiguió la piel del león, que desde entonces vistió a modo de
armadura. Con la muerte del león de Nemea, Hércules consiguió la
invulnerabilidad y poco a poco se va convirtiendo en Dios.
[4]
Atenea o Palas Atenea (Παλλὰς Ἀθήνη) es la diosa de la guerra, civilización,
sabiduría, estrategia, de las artes, de la justicia y de la habilidad. Una de
las principales divinidades del panteón griego y una de los doce dioses
olímpicos, Atenea recibió culto en toda la Grecia Antigua y en toda su área de
influencia, desde las colonias griegas de Asia Menor hasta las de la Península
Ibérica y el norte de África. Su presencia es atestiguada hasta en las
proximidades de la India. Por ello su culto tomó muchas formas e incluso tuvo
una extensión considerable hasta el punto de que su figura fue sincretizada con
otras divinidades en las regiones aledañas al Mediterráneo. En la mitología
romana se la adoraba con el nombre de Minerva.
[5]
Las Furias clásicas eran: Alecto, Tisífone y Megara, su lugar de morada era el
Érebo (las tinieblas infernales) y se las representaba como demonios femeninos
alados, el pelo lleno de serpientes y con un puñal en una mano y una antorcha o
un látigo en la otra. Comparadas a menudo con perras, perseguían sin descanso a
sus víctimas hasta volverlas locas. Cuidan de que se prolongue el orden
religioso y cívico, castigando con especial atención el asesinato y los
crímenes contra la familia.
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