jueves, 2 de julio de 2015

El Primer Trabajo de Heracles por el Q.:H.: Sandro



A L.: G.: D.: G.: A.: D.: U.:


Or.: de Bs. As. 1° de julio de 2015 (e.: v.:)



V.: M.: y QQ.: HH.: (todos)
EL PRIMER TRABAJO DE HERACLES


Matar al león de Nemea[1] y despojarlo de su piel, fue el primero de los doce trabajos de Heracles[2] (el Hércules Romano).
Una vez muerto el animal, merced al arduo trabajo y a la astucia, otra forma de hablar de inteligencia y sabiduría[3], vino la dificultosa tarea de desollar al león.
Sobre este punto digamos que la segunda de las labores, había justificado con creces lo dificultoso de la primera, puesto que vale recordar que este león tenía una piel extremadamente gruesa e impenetrable, lo cual agigantaba su ferocidad, por la propia dificultad de darle muerte.
La cuestión es que acontecido el deceso del león, el desconcierto vino a ganarle al Héroe, ante esta imposibilidad de cumplir con su primera tarea, habiéndolo matado no podía desollar al animal.
No viene mal meditar cuantas veces en la vida, notamos que determinados objetivos o fines parecen no cumplirse acabadamente como esperábamos y cuantas veces incluso somos presa fácil del desconcierte y el desaliento próximos a cumplir nuestras metas. Esto sin dudas se nos presenta como un lugar común en la naturaleza del propio hombre.

Pero de vuelta con nuestra historia, cual recurso literario, digamos que la providencia, encarnada en Palas Atenea[4] vino a arrojarle una soga al Héroe, informándole concretamente que la respuesta a sus preguntas, la llave que habría el enigma que lo azotaba, estaba justamente en frente de sus propios ojos, puesto que las mejores herramientas para cortar la piel del León no podían ser otras que las propias garras del león.
Dicho en otros términos, esta historia nos adelanta una metáfora sencilla, una figura retórica de pensamiento que puede ser disparador de muy variadas interpretaciones, incluso masónicas.
Pero esta historia no termina acá, merced a dicha intervención providencial, concluido el primero de los trabajos de Hércules, éste se arropó con dicha piel como una protección, a modo de armadura, llegando a usar la cabeza de la bestia como yelmo o casco diríamos hoy.
En algunas interpretaciones que más se emparentan con nuestra orden, este efectivo y raro ropaje, vino a ser entendido como el símbolo de que el Héroe había dominado las pasiones humanas y la fuerza de los instintos infrahumanos, encarnados en las tres Erinias o Furias clásicas[5] que moran en el interior de cada uno de nosotros y representando a los demonios del deseo, de la mente desatada y de la mala voluntad.
Desde lo personal, me gusta esta idea de hablar de demonios que moran en las tinieblas infernales del propio ser, recordemos también que el papel que más les ha sentado a las furias es la de torturadoras de los muertos en los infiernos, aunque originariamente las Erinias o Furias eran más bien deidades primitivas que por un lado no reconocían la autoridad de los dioses Olímpicos y por el otro, eran las encargadas del castigo, particularmente aquél que importaba sesgar una vida y contra aquellos actos que atentaran contra la familia.
Para terminar, el primero de los trabajos de Heracles, insumió inteligencia y sabiduría.
Descartes decía que sabiduría es “Juzgar correctamente para obrar correctamente”.
QQ.:HH.: que este camino iniciático nos encuentre juzgando con corrección para obrar en dicha tónica a lo largo de nuestra carrera masónica.
Es cuanto V.:M.:


    SANDRO M.:M.:







[1] El león de Nemea era un despiadado monstruo que suele ser considerado como hijo de Ortos y Quimera, aunque también se ha dicho que habría caído desde la luna, como hijo de Zeus y Selene
[2] Ἡρακλῆς, Hēraklḗs, tomado del nombre de la diosa Hēra, y kleos: ‘gloria’ es decir ‘gloria de Hera’ era un héroe de la mitología griega, hijo de Zeus y Alcmena, una reina mortal, hijo adoptivo de Anfitrión y bisnieto de Perseo por la línea materna. Al nacer le fue dado el nombre de Alceo o Alcides, en honor a su abuelo Alceo (Ἀλκαῖος, Alkaios);  si bien esta misma palabra evoca la idea de fortaleza (griego άλκή). En la adultez recibiría el nombre con que se lo conoce, impuesto por Apolo, a través de la Pitia, para indicar su condición de servidor de la diosa Hera. En Roma, así como en Europa Occidental, es más conocido como Hércules. Hércules era hijo del mismo Zeus quien había engañado a Alcmena (madre de Hércules) tomando la figura de éste. Así pues Hércules había heredado la fuerza prodigiosa de su padre, Zeus. Cuando Hércules era bebé y dormía en su cuna, Hera (la celosa esposa de Zeus) le puso dos serpientes para que le mataran pero Hércules las estranguló con sus propias manos. Cuando Hércules creció y Hera vertió en su copa un veneno que lo enloqueció y, tan loco se volvió, que mató a su mujer y sus propios hijos confundiéndolos con enemigos. Zeus obligó a Hera que devolviera la razón a Hércules pero Hércules fue castigado por matar a su familia (aunque la verdadera culpa fue de Hera) a servir de esclavo durante 12 duros años a su primo Euristeo, rey de Micenas. Éste que quería quitárselo de encima le mando los “doce trabajos”.
[3] La morada del León tenía dos entradas: Heracles taponó una de las entradas y acorralándolo por la otra lo atrapó y estranguló metiéndole un brazo por la garganta hasta asfixiarle. Heracles empleó horas intentando desollar al león sin éxito. Por fin Atenea, disfrazada de vieja bruja, le advirtio que las mejores herramientas para cortar la piel eran las propias garras del león. De esta forma, consiguió la piel del león, que desde entonces vistió a modo de armadura. Con la muerte del león de Nemea, Hércules consiguió la invulnerabilidad y poco a poco se va convirtiendo en Dios.
[4] Atenea o Palas Atenea (Παλλὰς Ἀθήνη) es la diosa de la guerra, civilización, sabiduría, estrategia, de las artes, de la justicia y de la habilidad. Una de las principales divinidades del panteón griego y una de los doce dioses olímpicos, Atenea recibió culto en toda la Grecia Antigua y en toda su área de influencia, desde las colonias griegas de Asia Menor hasta las de la Península Ibérica y el norte de África. Su presencia es atestiguada hasta en las proximidades de la India. Por ello su culto tomó muchas formas e incluso tuvo una extensión considerable hasta el punto de que su figura fue sincretizada con otras divinidades en las regiones aledañas al Mediterráneo. En la mitología romana se la adoraba con el nombre de Minerva.
[5] Las Furias clásicas eran: Alecto, Tisífone y Megara, su lugar de morada era el Érebo (las tinieblas infernales) y se las representaba como demonios femeninos alados, el pelo lleno de serpientes y con un puñal en una mano y una antorcha o un látigo en la otra. Comparadas a menudo con perras, perseguían sin descanso a sus víctimas hasta volverlas locas. Cuidan de que se prolongue el orden religioso y cívico, castigando con especial atención el asesinato y los crímenes contra la familia.

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