domingo, 22 de junio de 2014

El mundo profano cómo símbolo por un M.·.M.·. de la R.·.L.·. Renovación 333


Oriente de Buenos Aires, 18 de Junio de 6014 v.·.l.·.

El mundo profano cómo símbolo - V.·.M.·. y QQ.·.HH.·. todos
En nuestra i.·., antes de realizar los t.·. v.·. rituales el V.·.M.·.  nos instruye acerca del simbolismo de la c.·. de r.·.. En ella, nos dice, aprendemos que todo in.·. debe morir a la sociedad profana: 

en la que reina la envidia, el fanatismo, la discordia, la vanidad y otras muchas pasiones que lo esclavizan, necesita morir para ese mundo y renacer en otro distinto, en el que impera la Virtud y se practica la Fraternidad(1).

Más adelante, el ritual masónico nos indica que los d.·. p.·. v.·. simbolizan la oposición, en tanto fuerzas antagónicas, entre el mundo profano y la masonería. Mientras que el p.·. es representado como un estado de anarquía y competencia en el que se encuentra todo aquello que es negativo, la s.·. se le contrapone como la inversión misma (como puesta en un espejo) de aquel. Este juego de espejos se reafirma una vez finalizado el p.·. v.·., cuando el V.·.M.·. opone masonería y mundo profano como pares polares. Así, el mundo profano es gobernado por “el conjunto de las pasiones humanas: guerras, traiciones y desgracias que alteran la paz de los Hombres” En consecuencia el masón debe sostener una completa lucha: para sostener, la Virtud contra el vicio, la Sinceridad contra la perfidia, la Libertad contra la tiranía (2). 

En suma, todo el simbolismo desplegado en nuestro ritual de i.·. apunta al antagonismo entre mundo profano y masonería como polos opuestos de la experiencia humana. Mientras que el primero representa el lugar donde (desde la filosofía masónica) se encuentran todos los vicios, las pasiones y los males, la segunda representa un ideal de virtud que, si bien se presenta a priori como inalcanzable, sirve de guía y herramienta para moldear la conducta del masón.  Por esta razón, el i.·. “renace” luego de morir al mundo profano, debe despojarse de los metales que materializan los males que trae del mundo exterior. Sin embargo, debemos recordar que la misma i.·. nos indica que al reconocer la polaridad entre aquello se encuentra afuera del templo (profano) y lo que se encuentra dentro del templo (sagrado) el masón emprende un proceso transformativo, que apenas se ha puesto en movimiento con la iniciación y, al menos para los sensatos, permanece necesariamente inconcluso.
Ahora, como todo lenguaje simbólico, la validez de esta oposición no procede de su verdad fáctica, del status verificable de sus afirmaciones, sino de su aproximación estética, esto es, de su cualidad metafórica, podríamos decir Hiperbólica, donde la figura retórica suspende provisoriamente el régimen de verdad positivo para, al transformarlo en simbólico, puede asumir una dimensión pedagógica. Por lo tanto, dada la naturaleza simbólica de las enseñanzas masónicas resulta inconcebible tomar dichos postulados en términos fácticos. La experiencia cotidiana nos recuerda que la masonería aspira a la perfección como una utopía y nunca podrá considerarse plenamente justa y perfecta salvo en el momento mismo en que el progreso espiritual y material de la humanidad haga que su existencia se vuelva superflua. En tal sentido, el masón trabaja la piedra despojándose de los vicios profanos aún sabiendo que la misma naturaleza humana conspira contra la definitiva realización de sus trabajos. De la misma manera, el mundo profano –en tanto lugar donde se condensan todos los males- no puede (ni debe) ser rechazado por el masón, sino que debe ser entendido como un símbolo que trasciende ambos términos de la polaridad. Así, distinguimos “lo profano” como “símbolo” de las imperfecciones de la naturaleza humana, y el “mundo profano” como experiencia, como realidad cotidiana cargada de matices, tanto positivos como negativos.

En conclusión qq.·. hh.·. “lo fraternal” en tanto sustantivación de todo aquello distintivo de la masonería no es más que un símbolo de una perfección inalcanzable. Por lo tanto, “lo profano” no puede pensarse más que como un símbolo que funciona por analogía. Como a otras polaridades, los distingue el juego de espejos: el adentro y el afuera, lo propio y lo extraño, lo positivo y lo negativo, lo femenino y lo masculino, el blanco y el negro. La simbología masónica toma la confrontación de los opuestos sin resolverla necesariamente con la destrucción de algunos de los términos, sino con su coexistencia conflictiva como medio de anular los riesgos del dogmatismo. Por lo tanto, sería un craso error pensar que los opuestos sintetizan realidades efectivas. No es por inherentes al mundo profano que los masones debemos rechazar los vicios sino por el hecho de ser contrarios al progreso humano aún cuando los vicios se manifiesten dentro de nuestros talleres. 

Hace una pocas tenidas atrás un H.·. del cuadro nos hablaba de los masones sin mandil, profanos que sin haber tomado las herramientas contribuyen en la obra magna. No es necesario insistir que la situación opuesta es igualmente patente en nuestra orden. Y concluyo estas líneas preguntándome si, hoy en día, cuando la masonería se propone como modelo para la sociedad profana, no debiera buscar en el mundo profano -el real, no el simbólico- herramientas (por supuesto que no todas) que le permitan realizar sus aspiraciones de perfección. Me refiero a que la masonería argentina necesita dar cuenta de procesos de transformación social acaecidos en los últimos 30 años,  repensar –en tanto no reconocemos dogma alguno- algunos de sus “límites” y abrirse a la democratización de sus dinámicas organizativas, el ejercicio de la autocrítica, el sometimiento a escrutinio racional de sus posturas en temas sensibles dentro de un mundo cambiante (salud, educación y género). En suma, buscar menos certezas y convertirse en cuestionador permanente, en irreverente, en iconoclasta de todo y en especial de sí misma. 

Cumplido V.·.M.·.  

1 comentario:

  1. La única corrección que me atrevo hacer a la plancha grabada y burilada de mi QH es; Anarquía suplantada por la palabra Caos. Cuestión de justeza y perfección, si se admite y en memoria de nuestros HH anarquistas, que tanto han dado en el porvenir.

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