A L.:G.:D.:G.:A.:D.:U.:
Or.: de Buenos Aires, 6 de Mayo de 2015.- (e.:v.:)
V.:M.: y QQ.:HH.: todos
Plancha trazada referente al 1° de mayo.
Casi unos cien años después de dictada la Constitución de los
EEUU[1],
la Enmienda XIII, del 6 de diciembre de 1865, trajo consigo aires frescos y
renovados a la letra Constitucional de Filadelfia, al establecer que: “1. Ni en los Estados Unidos ni en ningún
lugar sujeto a su jurisdicción habrá esclavitud ni trabajo forzado, excepto
como castigo de un delito del que el responsable haya quedado debidamente
convicto.” Y que: “2. El Congreso
estará facultado para hacer cumplir este artículo por medio de leyes
apropiadas.”.
Pero conocido es que a la par de un gran avance normativo, en
el gran país de norte imperaba aún un sistema laboral capitalista de
semiesclavitud, caldo de cultivo que gestaría un movimiento de resistencia y
lucha de trabajadores, el mismo que años más tarde, gracias a la organización,
daría muchos de los frutos esperados por los desposeídos.
Para 1880 se conformó la federación de organizaciones de
sindicatos y trade unions[2]
(Federation of Organized Trades and Labor Unions), y para 1884 se
aprobó una resolución para establecer a partir del primero de mayo de 1886, las
ocho horas de trabajo, en reemplazo de las diez, doce o catorce horas usuales, respecto
de las cuales no estaban exentos: los niños, las mujeres en cinta o los
ancianos, esta norma fue la Ley Ingersoll[3],
la cual no tuvo acatamiento de parte de los empresarios.
Así fue que los trabajadores se movilizaron a fin de exigir
el cumplimiento de la norma, paralizando el país el 1° de mayo de 1886[4].
La respuesta del capitalismo descarnado, fue la represión y
la cárcel para los trabajadores: la cacería de brujas contra inmigrantes y anarquistas
y la clausura de periódicos, el allanamiento de casas y locales obreros y la
prohibición de los mítines políticos.
El episodio más famoso de esta lucha fue el funesto incidente
de mayo de 1886 en la Haymarket Square de Chicago: durante una manifestación
contra la brutal represión de una reciente huelga una bomba provocó la muerte
de varios policías.
Los medios de comunicación se abalanzaron también contra los
trabajadores, lanzando proclamas de horca y al patíbulo para los
“revolucionarios” y “subversivos”.
En Chicago se llenaron las cárceles de miles de
revolucionarios y huelguistas, y muchos encontraron la muerte por pelear por el
cumplimiento de los derechos reconocidos.
Y si bien nunca se pudo descubrir quién había sido el
responsable del atentado de Chicago, cuatro líderes anarquistas fueron
acusados, juzgados sumariamente y ejecutados[5].
Por ello, todos los 1° de mayo recordamos a estos luchadores de
Chicago, como símbolo de dignidad de la clase trabajadora.
Para terminar, me permito traer a colación el recientemente trágico
suceso[6]
que tuvo como saldo la muerte de dos niños de 7 y 10 años, durante el incendio
de una casa tomada en el barrio de Flores en la que funcionaba un taller textil
clandestino desde hace varios años, vuelve a poner en foco la problemática actual
del trabajo esclavo en nuestro país.
Parece mentira que tanta agua haya pasado bajo el puente,
para que hoy, en pleno siglo XXI, dejemos constancia al futuro de la existencia
de trabajo esclavo.
Motivo por el cual, como sociedad y como Mas.:,
deberíamos plantearnos cuál es nuestro rol en tamaña problemática, para no
correr el riesgo de ser testigos impávidos de la iniquidad.
Es cuanto V.:M.:
Sandro
M.:M.:
R.:L.: Renovación 333
Oriente de Bs. As.
[1] La
Constitución de los Estados Unidos fue adoptada en su forma original el 17 de
septiembre de 1787 por la Convención Constitucional de Filadelfia, Pensilvania
y luego ratificada por el pueblo en convenciones en cada estado en el nombre de
«Nosotros el Pueblo» (We the People).
[2]
Para la época, en todo los EEUU, los sindicatos y las trades unions aumentaron geométricamente. A modo de ejemplo, el
número de miembros de los Caballeros del Trabajo subió de 100.000 en el verano
de 1885 a 700.000 al año siguiente.
[3]
En 1886, el presidente Andrew Johnson promulgó la llamada Ley Ingersoll, que
estableció la jornada de ocho horas, aunque con cláusulas que permitían
aumentarla a 14 y 18 horas. Aun así, debido a la falta de cumplimiento de la
Ley Ingersoll, las organizaciones laborales y sindicales se movilizaron para
hacerla cumplir.
[4]
El 1º de Mayo de 1886 la paralización de los centros de trabajo se generalizó.
La huelga paralizó cerca de 12.000 fábricas a través de los EEUU. En Detroit,
11.000 trabajadores marcharon en un desfile de ocho horas. En Nueva York, una
marcha con antorchas de 25.000 obreros pasó como torrente de Broadway a Union
Square; 40.000 hicieron huelga. En Cincinnati un batallón obrero con 400 rifles
Springfield encabezó el desfile. En Louisville, Kentucky, más de 6000
trabajadores, negros y blancos, marcharon por el Parque Nacional violando
deliberadamente el edicto que prohibía la entrada de gente de color. En Chicago
que era el baluarte de la huelga, paró casi completamente la ciudad. 30.000
obreros hicieron huelga, aunque empresas como en la fábrica de materiales de Mc
Cormick y alguna otra se dieron a la tarea de contratar esquiroles.
[5]
El 11 de noviembre de 1887 se consumó la ejecución de Albert Parsons
(estadounidense, 39 años, periodista), August Spies (alemán, 31 años,
periodista), Adolph Fischer (alemán, 30 años, periodista) y Georg Engel
(alemán, 50 años, tipógrafo). Louis Linng (alemán, 22 años, carpintero) se
había suicidado antes en su propia celda. A Michael Swabb (alemán, 33 años,
tipógrafo) y Samuel Fielden (inglés, 39 años, pastor metodista y obrero textil)
les fue conmutada la pena por cadena perpetua y Oscar Neebe (estadounidense, 36
años, vendedor) fue condenado a 15 años de trabajos forzados.
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