viernes, 22 de octubre de 2010

TRES PUNTOS QUE CONVERGEN: FRIEDRICH NIETZSCHE

El espíritu libre (24)
"O sancta simplicitas! [¡Oh santa simplicidad!] ¡Dentro de qué simplificación y falseamiento tan extraños vive el hom­bre! ¡Imposible resulta dejar de maravillarse una vez que hemos acomodado nuestros ojos para ver tal prodigio! ¡Có­mo hemos vuelto luminoso y libre y fácil y simple todo lo que nos rodea!, ¡cómo hemos sabido dar a nuestros sentidos un pase libre para todo lo superficial, y a nuestro pensar, un divino deseo de saltos y paralogismos traviesos!, - ¡cómo hemos sabido desde el principio mantener nuestra ignoran­cia, a fin de disfrutar una libertad, una despreocupación, una imprevisión, una intrepidez, una jovialidad apenas comprensibles de la vida, a fin de disfrutar la vida! A la cien­cia, hasta ahora, le ha sido lícito levantarse únicamente sobre este fundamento de ignorancia, que ahora ya es firme y gra­nítico; a la voluntad de saber sólo le ha sido lícito levantarse sobre el fundamento de una voluntad mucho más fuerte, ¡la voluntad de no-saber, de incertidumbre, de no-verdad! No como su antítesis, sino - ¡como su refinamiento! Aunque el lenguaje, aquí como en otras partes, sea incapaz de ir más allá de su propia torpeza y continúe hablando de antítesis allí donde únicamente existen grados y una compleja sutile­za de gradaciones; aunque, asimismo, la inveterada tartufe­ría de la moral, que ahora forma parte, de modo insupera­ble, de nuestra «carne y sangre», distorsione las palabras en la boca de nosotros mismos los que sabemos: sin embar­go, acá y allá nos damos cuenta y nos reímos del hecho de que la mejor ciencia sea precisamente la que más quiere re­tenernos dentro de este mundo simplificado, completamente artificial, fingido, falseado, porque ella ama, queriéndolo sin quererlo, el error, porque ella, la viviente, - ¡ama la vida!"
Sentencias e interludios (63).
"Quien es radicalmente maestro no toma ninguna cosa en se­rio más que en relación a sus discípulos, - ni siquiera a sí mismo".
Nuestras virtudes (231).

"El aprender nos transforma, hace lo que hace todo alimento, el cual no se limita tampoco a «mantener»-: como sabe el fi­siólogo. Pero en el fondo de nosotros, totalmente «allá aba­jo», hay en verdad algo rebelde a todo aleccionamiento, una roca granítica de fatum [hado] espiritual, de decisión y res­puesta predeterminadas a preguntas predeterminadas y ele­gidas. En todo problema radical habla un inmodificable «esto soy yo»; acerca del varón y de la mujer, por ejemplo, un pensador no puede aprender nada nuevo, sino sólo apren­der hasta el final, - sólo descubrir hasta el final lo que acerca de esto «está fijo». Muy pronto encontramos ciertas solucio­nes de problemas que constituyen cabalmente para nosotros una fe sólida; quizá las llamemos en lo sucesivo nuestras «convicciones». Más tarde - vemos en ellas únicamente hue­llas que nos conducen al conocimiento de nosotros mismos, indicadores que nos señalan el problema que nosotros so­mos, - o más exactamente, la gran estupidez que noso­tros somos, nuestro fatum [hado] espiritual, aquel algo re­belde a todo aleccionamiento que está totalmente «allá abajo». - Teniendo en cuenta estas abundantes delicadezas que acabo de tener conmigo mismo, acaso me estará per­mitido enunciar algunas verdades acerca de la «mujer en sí»: suponiendo que se sepa de antemano, a partir de ahora, hasta qué punto son cabalmente nada más que - mis verda­des. –".

(Friedrich Nietzsche, Más allá del bien y del mal)

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